miércoles, 30 de diciembre de 2009

La lucha cultural en Puerto Rico

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Desde que los EE.UU.A. tomaron a Puerto Rico como botín de guerra, no han descansado en sus intentos de destruir la cultura puertorriqueña, sustituir el idioma español por el inglés y eliminar toda identificación de nuestro pueblo con una identidad nacional propia.

El que los puertorriqueños hayamos podido resistir ese embate tanto tiempo es el resultado de la importante lucha política y cultural librada por diversos sectores de nuestra sociedad para mantener nuestra identidad como pueblo, enriquecer nuestro patrimonio cultural e ir sentando las bases para nuestra liberación política y nuestra independencia nacional.

Desde las primeras proclamas de las tropas de ocupación norteamericana hasta el presente la nación interventora ha intentado por todos los medios absorber política y culturalmente a nuestro país hasta diluirlo como pueblo y convertirlo en un estado de la unión norteamericana.

Con esos fines, el gobierno norteamericano conquistó militarmente a P. R., impuso su ciudadanía a nuestro pueblo y puso la economía y el destino político de este país a la disposición del gran capital y del Congreso de EE.UU.A. A pesar de esos intentos de acabar con nuestra identidad cultural e histórica, la nacionalidad puertorriqueña no ha dejado de afirmarse desde la invasión hasta el presente, y ha podido ir conquistando terreno que ha tenido que disputar palmo a palmo al poder imperialista.

Desde su llegada a la Isla el 25 de julio de 1898, los norteamericanos comenzaron a tergiversar la historia y mistificar los motivos reales de su intervención en P. R., presentándolos como propósitos altruistas, libertarios y civilizadores. Pero los documentos oficiales de las fuerzas de ocupación no dejan duda sobre las verdaderas intenciones de los nuevos amos. En una carta circular fechada el 29 de julio de 1898 y enviada a sus oficiales, el Gral. Nelson A. Miles define el poder de la ocupación militar como: “ absoluto y supremo e inmediatamente operante”

En ese espíritu los EE.UU. A. proceden casi inmediatamente a cambiar las relaciones comerciales de P. R. con España y Europa, a tomar posesión del aparato administrativo, y a liquidar todo vestigio de la antigua dominación española. Con tal propósito, las autoridades militares suprimen por decreto el gobierno autonómico que los puertorriqueños habían arrancados poco antes al poder español, y proclaman que toda persona que se niegue a prestar juramento de fidelidad a EE.UU.A. será destituida de su cargo.

Igualmente se hace obligatorio el despliegue de la bandera norteamericana en todos los edificios y actos públicos, se impone la celebración de las fiestas y las conmemoraciones de la nación invasora, se cambia el nombre de las calles y se les pone el de figuras históricas de los EE.UU.A. y de los militares que administran la colonia, y hasta se prohíbe las peleas de gallos.

En la primera quincena de la ocupación llega a P. R. la primera avanzada de los representantes comerciales de los EE.UU.A., y desde los primeros años se produce una gran inversión de capital norteamericano que se concentra en la producción de azúcar y tabaco, pero también en el comercio y en la banca.

Paralelamente a la dominación política y económica, los EE.UU.A. despliegan esfuerzos considerables para norteamericanizar y controlar ideológicamente a los puertorriqueños.

El 18 de agosto de 1900 toma posesión el primer comisionado norteamericano de Instrucción en P. R., Martín Brumbaugh, para quien la escuela pública (de gobierno) debía ser la puerta abierta para la estadidad (anexión). A tono con ese propósito, su sucesor Samuel Lindsay dispone que todas las asignaturas de las escuelas públicas puertorriqueñas se enseñen en inglés. Esta imposición del idioma del invasor como vehículo de enseñanza, y la pretensión de convertirlo en la lengua franca que sustituya al español en la vida cotidiana, va a dar lugar a uno de los forcejeos más importantes de nuestra lucha cultural: la batalla librada por la Asociación de Maestros de P. R. para que se permita el uso del español en la enseñanza pública. Esta lucha se prolongó desde mayo de 1911, fecha en que se funda la Asociación, hasta los años 1949 y 1950, cuando se autoriza por primera vez la enseñanza de nuestro idioma vernáculo en todos los niveles de la escuela pública.

Pero la norte americanización impulsada por el Departamento de Instrucción Pública en P.R. no se limita a la imposición del idioma inglés. Tan importante como lo primero ha sido también, para este fin, el impulsar la celebración de las fiestas típicas de la nación invasora, la organización de ejercicios “patrióticos” para promover la lealtad y la emulación de los EE.UU.A., la obligación de rendir honores a los héroes y los símbolos del país opresor, el trasplante del contenido de los cursos de las escuelas de la metrópolis, la sustitución de los libros utilizados anteriormente en P. R. por texto norteamericanos, el requerimiento del idioma inglés para poder obtener un grado de maestro, la introducción de organizaciones estudiantiles norteamericanas que promueven la lealtad a la nación invasora, el énfasis en los beneficios de la ciudadanía norteamericana y la promoción de la mentalidad asimilista.

Además de estas medidas, el D. I. P. mantuvo una posición intransigente ante todo estudiante o profesor que cuestionara la política de norteamericanización, y expulsó sistemáticamente a cualquier persona que fuese sorprendido participando en actos de protesta contra la educación asimilista.

Los esfuerzos norteamericanos para asimilar política y culturalmente a P. R. incluyen también la reinterpretación de nuestra historia desde el punto de vista del colonizador.

El fin último de todos esos esfuerzos es ir moldeando la mentalidad del puertorriqueño hasta desnaturalizarla y hacerla presa fácil de los ideólogos del imperialismo norteamericano y de sus acólitos criollos. La agresión cultural y la manipulación ideológica de que es víctima P. R. es antes que todo el resultado directo de las proyecciones de la política imperialista norteamericana y de la explotación económica de nuestro país por los EE.UU.A.

Por eso no puede ser comprendida a cabalidad si no se analiza a la luz de las transformaciones estructurales ocurridas en P. R. como resultado de la invasión y la dominación norteamericana y de las reacciones de los diferentes grupos sociales ante esos cambios.

Estas reacciones han sido tan variadas como diferentes son los grupos que se enfrentan en el drama histórico puertorriqueño.

Ante esta amenaza, la clase de hacendados (café) y su partido, la Unión de Puerto Rico, opusieron toda la resistencia posible. Pero su batalla era muy desigual. A pesar de los triunfos unionistas en las elecciones de 1906, 1908, 1910 y 1912, las dificultades que enfrentaban la clase de hacendados era cada día mayores. Por un lado su propia cohesión como clase se veía seriamente afectada por el surgimiento de una nueva clase de terratenientes ligados al cultivo de la caña. Por otro lado, el rápido desarrollo de un proletario agrícola promovido por la tendencia cada vez mayor al monocultivo de la caña fue reduciendo considerablemente la influencia política e ideológica de los hacendados en las clases populares.

El Partido Unionista, se dividió desde 1920 entre autonomista e independentistas. Los primeros continuaron en la línea de la indefinición política y el reclamo tímido de cierto grado de autogobierno. Los segundos se mantuvieron por un tiempo en las filas del unionismo, pero crearon paralelas para defender sus aspiraciones políticas como la Asociación Nacionalista que se convirtió en abril de 1922, en el Partido Nacionalista.

Dirigido desde el 1930 el Partido Nacionalista Puertorriqueño por don Pedro Albizu Campos, los nacionalistas insistieron desde entonces en la necesidad de llegar a una suprema definición: “o yanquis o puertorriqueños”. El nacionalismo impugnó además en términos inequívocos la legalidad de la presencia norteamericana en P. R., se negó a reverenciar o rendir cualquier tipo de homenaje a la bandera, los símbolos nacionales, las figuras históricas y las fechas conmemoradas por la nación invasora. Esta actitud fue considerada como un desafío abierto por las autoridades coloniales de la Isla, quienes se dieron a la tarea de perseguir sistemáticamente a los nacionalistas y tratar de destruir su movimiento antes de que lograr una mayor extensión.

Esta persecución sistemática condujo al encarcelamiento del liderato nacionalista, a la obstrucción e interdicción de las actividades del partido y a la masacre de Río Piedras, en 1935, y de Ponce, en 1937. En la primera la policía asesinó a dos nacionalistas. En la segunda mataron a diecinueve personas e hirieron a más de doscientas. * (Nota)

Los nacionalistas respondieron con las armas. Ajusticiaron al Jefe de la Policía de P. R., el Coronel gringo, Elisha F. Riggs, el 23 de febrero de 1936.

Albizu, junto con la dirigencia del partido nacionalista, fueron acusados y enjuiciados en ese mismo año, en el Tribunal del Imperio en P. R., por el delito de “conspirar para derrocar por las armas al gobierno de EU en Puerto Rico”; encontrándoseles culpable en un manipulado segundo proceso. “La conciencia puertorriqueña” fue sentenciada a cumplir prisión por 10 años en los EE.UU.A..

El imperio aprovechó ese período para abrirle espacio político al puertorriqueño criado en las esferas de poder en Washington -vinculado por vía paterna al Partido Unionista y a la autonomía-, Luis Muñoz Marín, y a su Partido Popular Democrático (P P D); mientras simultáneamente estructuraba el futuro fraude a la voluntad nacional y al derecho internacional que se conocería como el Estado Libre Asociado (E L A) de P. R. a partir del 25 de julio de 1952.

Mientras tanto nuestros Embajadores Culturales, por derecho propio ( Rafael Hernández, Pedro Flores, Daniel Santos, Davilita, Julia de Burgos, Myrta Silva, Harry Fraticelly, Claudio Ferrer, J. M. Escobar y otros), dejaban saber con su arte, en el exterior, las atribulaciones coloniales de P. R.

En 1947 los nacionalistas se reorganizan con la llegada física de don Pedro Albizu Campos y otros dirigentes. Sabiendo estos del fraude que se avecina y de la represión que se fragua contra ellos, se insurreccionan el 30 de octubre de 1950, siendo reprimidos por el P P D ya en el poder. Insisten en oponerse al fraude y en delatarlos internacionalmente. Por esas razones atentan en 1951 contra la vida del Presidente Thruman, poder Ejecutivo del imperio, y contra el Congreso de en 1954, poder Legislativo y sede de la soberanía de EE.UU. A..

Ya en vigor el ELA de P. R., y encarcelado “la conciencia puertorriqueña” y sus seguidores, los nuevos administradores Populares abren espacio en lo cultural de acuerdo a sus limitados enfoques autonomistas. Surge el Instituto de Cultura Puertorriqueña; el Taller de Artes Gráficas; la Orquesta Filarmónica; los Estudios Hispánico en la Universidad de P. R; el Conservatorio de Música y otras entidades afines con la situación.

Pero el imperio no cede en su intención de destruir y/o absorber la cultura “jíbara”. Junto con sus nuevas inversiones de capital trae sus estilos de vida, su gastronomía, su arte y música. Que promueve mediante los medios de comunicación que controla. Especialmente inundan los programas radiales con su música y los interpretes de la misma.

A todo ese endamiaje multimillonario de enajenación, se enfrentó un Titán musical surgido de las entrañas más genuina de la nacionalidad puertorriqueña. De la plebe, del proletariado, con todas las carencias propias de esa clase, pero a la vez con todo un caudal que aportar: Rafael Cortijo. Y con él, su combo. Y como miembro del combo, el cantante que sería reconocido internacionalmente como el “Sonero Mayor”, Ismael (Maelo) Rivera. Ambos, juntos con los demás, y con los especialísimos arreglos musicales de Kito Vélez , estremecerían la sociedad puertorriqueña durante las décadas de los cincuentas y sesentas. Rescatando ritmos y bailes olvidados, revolucionando los conocidos, abriendo lugar a nuevos compositores e interpretes; dejando sentir en toda su plenitud la antillanidad puertorriqueña, tanto en su lar nativo como en el extranjero, incluyendo al propio EE.UU.

Cortijo y su Combo fue la respuesta espontánea de P. R. al proyecto imperial de desnacionalizar la música popular puertorriqueña. Fue la frontera imperial musical que se enfrentó a ellos derrotándolos. Fue la mata de donde salieron otros interpretes y agrupaciones musicales que continúan con esa función implícita y explícitamente, como: El Gran Combo de P. R.; Roberto Rohena y su “Apolo Saund”; Andy Montañez y su Orquesta; y Gilberto Santa Rosa, por mencionar algunos.

Cortijo y su Combo fue “la conciencia musical”, y en gran medida, la anárquica respuesta a la inseguridad de los autonomistas de de ser o no ser puertorriqueño”.

Los puertorriqueños de la banda de allá (EE.UU.), también se reafirmaron en esa época en su nacionalidad, representados por: Tito Puente y Tito Rodríguez, con sus respectivas orquestas; por Ramón (Mon) Rivera; Joe Cuba y su Sexteto; los dos Cheos Feliciano; y por los hermanos Charlie y Eddie Palmieri. Y posteriormente por “las Estrellas de Fania”.

Transcurren los años del E L A bajo la administración del P P D, y con ellos, el supuesto e indefinido pacto representado por las dos banderas, los dos himnos, la unión permanente y la política de menospreciar lo nacional por lo norteamericano. Llega el año de 1968, y la propia política de menosprecio, unida a la división del partido, le cobra políticamente su factura al PPD.

El Partido Nuevo Progresista (P N P), compuesto esencialmente por un sector de la generación desarrollada bajo el E L A - de ideología anexionista, conservadora y anticomunista -, junto con el “lumpen”, toma el poder luego de una campaña similar a la del P P D en los años cuarenta: “el status no está en “issue” (la situación política no está en controversia) y de la división del P P D.

La farsa comienza desde el preciso momento que le juran lealtad a la constitución del E L A que representa los intereses autonomistas. Acto seguido comienzan a atacar todos aquellos símbolos, instituciones, organismo y personas que apoyen o representen la nacionalidad.

La bandera nacional, la monoestrellada- por la que tantos nacionalistas e independentistas han dado su sangre y libertad desde el siglo XIX-, tan despreciadas por los anexionistas, comienzan a mancillarla al usarlas hipócritamente en sus vestimentas y en sus actos políticos. Igual sucede con el himno nacional, “La Borinqueña”

El personal de Claridad (el periódico de la independencia) es perseguido y atacado, sus facilidades e imprenta incendiadas varias veces. El Movimiento Pro Independencia, la Federación Universitaria Pro Independencia, la Juventud Independentista Universitaria, el Partido Independentista Puertorriqueño, La Liga Socialista, son atacados de mil formas.

La autonomía universitaria y la libertad de cátedra es violada en sus principios, contenido y fines en su “campus” de Río Piedras, por turbas fascistas en connivencia con una policía militarizada y enajenada. Toda la educación pública reordenada y dirigida al automenosprecio y a la sumisión yanqui, mientras se reprimían a los maestr@s verticales.

No tenían recato ni guardaban las apariencias en su incondicionalismo pro-norteamericano los herederos de veinticinco años del gobierno sumiso autonomista. Ya lo había dejado saber quien sería el máximo exponente de lo que Luis Llorens Torres había calificado como nuestras “llagas”, Carlos Romero Barceló, en una entrevista de la revista “The Minority of One” de septiembre de 1966, dijo sobre Puerto Rico:“aquí no había nada que valiera la pena ser conservado”.

En 1972, pierden las elecciones, el pueblo les cobró factura. No obstante a ello volvieron a retomar el poder colonial en 1976, luego que el P P D llevara a cabo los primeros ajustes económicos “neoliberales” en América (que le implicó casi una huelga general y la movilización de los tanques de guerra de la Guardia Nacional de P. R.); y al corregir, en apariencia, la anexión a ultranza, bajo la propaganda engañosa de la estadidad (anexión) jíbara. Lo que supone erróneamente que P. R de ingresar a la unión de EE.UU. preservaría sus perfiles de nación latinoamericana.

A partir de ese año alternarían en el poder colonial con el P P D. Situación promovida desde las esferas de poder de Washington, en busca de eliminar la independencia como alternativa.

Romero Barceló sería, en unión a la facción terrorista del P N P, el relevo del “viejito simpaticón”, Ing. Luis Ferré Aguayo (el que fungía de mecena de las artes mientras pavimentaba las carreteras de P. R. con el cemento de sus fábricas, y el que tuvo la “genialidad” de expresar que su nación era P. R. y su patria EE.UU.). Durante su gestión hizo gala del terrorismo y de la represión de Estado con el apoyo de las fuerzas represoras de la nación a la que rinde pleitesía.

Le tocó el turno al Comité Olímpico Puertorriqueño y su soberanía deportiva; también a los rescatadores de terreno (Villa sin Miedo); a los que defendían su pequeño patrimonio familiar (asesinato de Adolfina Villanueva); a los sindicatos de trabajadores de vanguardia (asesinato de Rafael Caballero de los Tronquistas, y de Carlos Rivera Pacheco de la Hermandad General de Trabajadores de P. R.); a los pescadores de las islas municipios de Culebra y de Vieques (asesinato de Ángel Cristóbal Rodríguez en UNAM cárcel federal); a los estudiantes universitario entrampados y asesinados vilmente en el Cerro Maravilla; y a los hijos de los dirigentes independentistas (asesinato de Chagui Mari Pesquera, hijo de Juan Mari Brás).

La izquierda independentista y socialista respondió con la consigna: “A mayor represión, mayor combatividad”, reafirmando con su sangre y libertad sus principios y posiciones; y consolidando las celebraciones de las efemérides patrias comenzadas por Albizu Campos.

Los principales artista e intelectuales de la nación organizaron el Comité Pro Defensa de la Cultura Puertorriqueña. Carlos Raquel Rivera, el Boquio Alberti, Fran Cervoni, Francisco Matos Paoli, Edwin Reyes, Manuel Maldonado Denis, José Luis González, Rafael Tufiño, Antonio Martorell, Lorenzo Homar, por mencionar algunos, dijeron presente.

Vió la luz el Festival de Bomba y Plena; y el de Claridad, precursores de muchos otros.

Surgió la trova revolucionaria puertorriqueña en la Isla y en la banda allá, retando el proyecto de desnacionalización; rompiendo el aislamiento artístico-político y vinculándose con el pueblo trabajador. Sobresaliendo Antonio Cabán Vale, Andrés Jiménez, Noel Hernández, Roy Brown, Phinés, Pepe y Flora (N.Y.), Grupo Tahoné, Haciendo Punto en otro Son, Jossie de la Torre, y Frank Ferrer y su 2,010.

Fueron apoyados, entre otros, por la “Bomba de P. R.”, Iris Chacón, por Danny Rivera, Pellín Rodríguez, Davilita, José Nogueras y “por el regalo de P. R. a la humanidad”, Lucecita Benítez.

Para no pocos de ellos, fueron sus escenarios iniciales: La Tierruca, El Laberinto, La Tahona, La Tea, La Z y los Años Locos, de Héctor Gelpí y Vicky Acosta. Lugares que también sintieron la represión de los enajenados.

De 1992 al 2000, le tocó el turno en el poder colonial a Pedro Roselló, digno sucesor de la otra “llaga”. Este y sus acólitos concentraron en el desmantelamiento de la estructura económica del ELA; del Departamento de Salud, del Departamento de Educación y de la Telefónica. Siendo la rapiña su compañera. Vanos resultaron sus intentos de acercar la anexión por amañadas consultas. El pueblo rotundamente le dijo: “NO”, y al auto-ostracismo se marchó con su derrota electoral humillante a cuesta; mientras la monoestrellada flota en la primera trinchera de América en el Caribe: “VIEQUES”